martes, 16 de junio de 2009

YouTube - civilizacion griega

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El mundo romano


¿Sabías que la sociedad en la que te desarrollas es muy similar a la de los romanos? Así es, la mayoría de las normas e instituciones que ellos crearon hace más de 2.000 años atrás aún siguen vigentes. Para saber más sobre sus aportes, te invitamos a conocer la historia de Roma

La principal razón por la cual el legado romano ha permanecido vigente fue su amplia expansión gracias a la conquista. Esto, porque los romanos fueron capaces de unir a todos los pueblos de la cuenca mediterránea bajo el poderío de su imperio, desde el extremo norte de África hasta la península Ibérica y Gran Bretaña, y desde el océano Atlántico al mar Caspio.
Los romanos heredaron la cultura griega o helénica y la mezclaron con la suya, la románica. De esta fusión surgió la denominada cultura greco-romana. El funcionamiento político, social y cultural de las sociedades occidentales actuales está basado en esta cultura.
El legado romano es muy amplio. Entre sus herencias destacan el alfabeto, el calendario juliano, el latín, idioma del que surgieron el español, italiano, francés y portugués; el derecho; las instituciones republicanas, que son la base de las democracias modernas; además de grandes obras arquitectónicas cuyo diseño aún es estudiado.
Durante el tiempo romano surgió también el cristianismo, duramente reprimido durante varios siglos, hasta que el emperador Constantino –convertido al cristianismo– instituyó en el año 313 d.C. la libertad de culto.
La fundación de Roma
El imperio romano nació en una península estrecha y alargada ubicada en el centro de Europa y el mar Mediterráneo, que hoy conocemos como península itálica –en la que se encuentra Italia– y que es claramente distinguible en un mapa porque su forma se asemeja a una bota.
La información que se tiene acerca de la fundación de Roma es incierta, ya que los hechos históricos se funden con la leyenda. Cuentan los textos que en los montes Albanos, al sudeste de la planicie latina y en la desembocadura del río Tíber, se creó Alba Longa, la primera ciudad de los latinos, fundada por Ascanio, hijo del héroe troyano Eneas y nieto de la diosa Venus.
La leyenda cuenta que, después de la caída de Troya, Eneas había llegado al Lacio y desposado con Lavinia, hija del rey latino. De ellos descendió más tarde Numitor, rey de Alba Longa que fue destronado por su hermano menor Amulio, quien para privarlo de descendencia y quedarse definitivamente con el poder asesinó a su hijo y mandó a su hija, Rea Silvia, al servicio de la diosa Vesta. Pero Marte se enamoró de ella y de su unión nacieron dos gemelos: Rómulo y Remo.
Al enterarse, Amulio ordenó que arrojaran a los gemelos al río Tíber, pero su servidor los colocó en una cesta. Debido al desbordamiento del río, las aguas depositaron a los gemelos al pie del monte Palatino, donde una loba –que habría sido enviada por Marte– los encontró y amamantó. Después los descubrió un pastor que los crió secretamente.
Años más tarde, los hermanos fueron reconocidos por Numitor, su abuelo, a quien le devolvieron su trono, tras derrocar a Amulio. Después de eso, decidieron fundar una nueva ciudad, que Rómulo estableció en el monte Palatino. Remo había escogido el monte Aventino, pero tuvo que ceder.
Rómulo trazó el límite de la ciudad con un arado. Remo, envidioso, quiso demostrarle su superioridad insultándole en público y saltando dicho límite. Rómulo se encolerizó tanto que se abalanzó sobre él y lo mató. Ese día, el 21 de abril del año 753 a.C. según el historiador latino Tito Livio, quedó instituido como la fecha de fundación de Roma.

La organización social
Los patricios eran los descendientes de los primeros senadores romanos establecidos por Rómulo. Constituían la ciudadanía romana, el "populus romanus". Solo ellos tenían derechos; poseían casi todo, tierra y ganados y podían participar en la administración del Estado.
Eran patricios quienes pertenecían a una familia noble o "gens". Esta comprendía a todas las ramas de una misma familia que tenían un antepasado común. Todos sus miembros llevaban el mismo nombre y reconocían como jefe al hijo mayor de la rama primogénita, que era el sacerdote del culto del antepasado. Era, por su nacimiento, el pariente más próximo al antepasado y por eso se llamaba padre o "pater". Este era el jefe religioso, civil y militar; era el sacerdote y el rey en su familia y tenía derecho de vida o muerte sobre los suyos.
Muchos hombres libres que no poseían nada o casi nada, buscaban protección y un culto en los patricios, para lo cual se inscribían en las familias de sus protectores con el título de clientes, debiéndoles obediencia a quienes llamaban patrones. El patrón daba al cliente su asistencia, y en ciertos casos lo necesario para vivir. Así, una familia era un pequeño estado que podía comprender muchos cientos de personas, teniendo su jefe, su religión y sus usos particulares.
Las gens agrupadas en diez, constituían las curias, una familia más amplia que tenía un sacerdote y un templo. Existían treinta curias, cuya reunión formaba la Asamblea del Pueblo o Asamblea Curial, y en la que todo se decidía por medio del voto.
En forma paralela funcionaba el Senado, integrado por los jefes de las gens, es decir los paters.
Las personas que no pertenecían a ninguna familia, es decir, los clientes de familias extinguidas, refugiados, vencidos, artesanos, aventureros, comerciantes o campesinos, recibían el nombre de plebe. Pese a que constituían la mayoría de la población, eran casi como extranjeros, ya que no tenían derecho a ser ciudadanos. Tampoco podían unirse en matrimonio a los patricios, ya que la religión lo prohibía. La única diferencia la marcaba la fortuna, ya que los plebeyos ricos podían ingresar al ejército.
El ejército tenía una asamblea denominada Asamblea Centurial, que votaba la paz y la guerra. En esta instancia, los plebeyos podían votar pero no ser elegidos.
Con el tiempo, y no sin luchas, los plebeyos obtuvieron que hubiera quienes asumieran su representación y defensa. Estos fueron los tribunos de la plebe, que defendían a la plebe de los atropellos del Senado y los magistrados.
El imperio romano


Tras la victoria de Octavio sobre Marco Antonio se acaba el periodo conocido como República Romana. Aunque formalmente nunca aceptó el título de emperador de Roma aseguró su poder acogiendo varios puestos importantes de la república y manteniendo el comando sobre varias legiones.

Octavio respetó las instituciones republicanas, pero se arrogó tres poderes fundamentales: el tribunicio, es decir el poder civil, al reemplazar al tribuno de la plebe; el proconsular, esto es, el mandato del ejército y la autoridad absoluta sobre todas las provincias; y el de pontífice máximo, en el ámbito de la religión. Además, se reservó el derecho de proponer a los candidatos de las magistraturas que eran elegidos por la Asamblea Popular, y era el princeps, el príncipe o primero en emitir el voto en el Senado.
Octavio se hizo investir emperador (27 a.C.) con el nombre de Augusto, que significa "el sublime". Además, le antepuso el nombre de su padre adoptivo, César.
El período de César Augusto fue de gran prosperidad, al igual que el de sus sucesores, los Julio Claudios (14-68 d.C.) –Tiberio, Calígula, Claudio y Nerón – y los Flavios (69-96 d.C.) –Vespasiano, Tito y Domiciano–, alcanzando su apogeo con los Antoninos (96-192 d.C.) –Nerva, Trajano, Adriano, Antonino, Marco Aurelio, Vero y Cómodo–.
A partir de los emperadores Severos (193-235 d.C.), el imperio fue retrocediendo ante el avance de los bárbaros provenientes del oriente, los persas, y de occidente, los germanos.
Tras un período de anarquía (235-268 d.C.) y el reinado de los emperadores ilirios (268-283 d.C.), llegó al poder Dioclesiano (284-305 d.C.), que llevó a cabo las reformas del principado, convirtiéndolo en una tetrarquía: un sistema de gobierno de cuatro, en el que dos Augustos escogían a dos Césares para que les sucedieran. Sin embargo, este sistema fue abolido por Constantino (306-337 d.C.), con quien el régimen derivó hacia una de tipo oriental.